Los Bajos del Principado

viernes, marzo 07, 2008

ALMACÉN DE BURROS DE JUGUETE
“Cuarto Creciente en el Laberinto para Camaleones”

Hubo un tiempo en el que todos pensábamos que sabíamos leer, y entonces llegó Paúl de Man... (Wlad Godzich)
Ha transcurrido bastante tiempo desde aquella frase; a menudo, viajaba en Metro, y para mitigar mi claustrofobia me dedicaba a observar a todas esas personas con un libro abierto entre sus manos; dependiendo de la hora del día, su expresión reflejaba miradas de ausencia o de cansancio, esos ojos no leían, con persianas de plomo bajo las cejas se refugiaban huidizos entre las hojas, podría parecer que intentaban aparentar una ausencia de estado de ánimo, ni siquiera un atisbo de indolencia, asomaba alquitrán por sus pupilas ¿se pueden leer libros con esa actitud? ¿Donde queda el sudor textual que emana de la emoción al descifrar las hermosas glosas de la imaginación? Curioseando los títulos que manoseaban los atribulados lectores, de inmediato recordé aquel ácido pasaje de los lectores nudistas en las islas del Adriático, correspondiente al formidable libro “Gracias por no leer” de la autora croata Dubravka Ugresic. En el subterráneo, entre cientos de títulos de autoayuda, reina el tal Paulo Coelho (ese escritor con “alma de niño”) que ha vendido cientos de miles de ejemplares y hecho LEER a millones de personas; en alguno de ellos, de cuyo texto “extrae su alimento espiritualMadonna, el exitoso autor nos deslumbra con frases como esta “las nubes son ríos que ya conocen el mar” o del tipo “Has escuchado a tu propio corazón. Él lo sabe todo. Sigue sus latidos aun cuando te lleven al pecado”¿existe o no la perversión humana? ¿O acaso es la abyecta conspiración que no cesa? ¿De que lado de la cama duermes?
“Cuarto menguante en la Luna de Papel”
¿Y escribir, quién sabe escribir? (Después del asedio, entre los escombros)
En el último tercio del siglo pasado, entre tanto escribidor complaciente con el “gota a gota simbólico” refugiados en el confort intelectual de un plácido dejarse llevar a merced de la corriente, se suscitó una encendida y efímera polémica entre los Buhoneros sin aliento del mal llamado “realismo sucio” (mayoritariamente norteamericanos) y los, en otro tiempo, airados outsiders donde se acusaba a unos cuantos creadores (mayoritariamente europeos) de haberse tomado el significado del núcleo lineal de la narración demasiado en serio, o demasiado en broma, usando– como flujo– conceptos del purgatorio expresivo. Y de hacerlo mal. O de hacerlo para seducir, para embobar, presionados por los reclamos editoriales comerciales. Entre Los “Impostores” estarían, de los cercanos, vacas sagradas tales como, Cela y, por qué no, García Márquez.
No todos los autores se pusieron del lado de los conspicuos apóstoles minimales ni todos los franceses del lado de los franceses ni los norteamericanos del lado de los americanos. Lo interesante, visto desde la perspectiva del tiempo queda reducido, nada menos que, a una serie de preguntas no resueltas del todo: ¿El saber narrar debe ser continuamente “refrescado” o regenerado? ¿Es válida hoy una visión del mundo en el que las fórmulas creativas no se correspondan con una sociedad en fuga permanente sin filtros ni límites? ¿Puede la literatura, sola con su tradición, hacerse cargo del repostaje en la descripción del lenguaje de este tiempo? ¿Cómo y donde se busca hoy el hecho literario, la trama, con que herramientas? En fin, quizás nadie ha llegado más allá que el infravalorado Philip K. Dick al considerar el metalenguaje, en un sentido expresivamente torrencial, extramoral y desarrollar la trama y la ficción como pasionales tropos ilimitados.
Ahora, en el penúltimo round, el oleaje de la creación literaria está bajo bandera Cyber, se esta produciendo un ataque preventivo de vanidad contra aquellos Aposentos del verbo (que se jodan los que leen) por parte de una emergente Tríada Neuromante consistente en ráfagas de agotamiento lector contra La alfombra Roja del Mainstream, mientras avalanchas de naturaleza muerta se desploman sobre La Tierra de las mil Chanzas y sus nebulosas fábulas repletas de nutritivas fantasías y adorables artificios... ¡que los Dioses de la Gravedad nos libren de la ardorosa cólera de Agramante!

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