(O el Contrato del Escribiente)
Mientras un fabulador, indeciso, fantasea en los contornos del Silencio con la posibilidad de escupir conejos de su pistola; La Realidad se estremece como una sinuosa columna de humo convirtiéndose en un afilado circulo de ceniza; rodeado de atormentadas huellas al borde del extravío que a través de una serie de precisas filigranas, con un sinfín de apariencias, en una atmósfera de escarceos y vaivenes y con miles de sabores, intenta alcanzar el paladar del huésped invisible para introducirse, por los laberintos del Azar, en esa destilería de voluntades en que se ha convertido su mundo artificioso y funambulista arrojándole sus reflejos al rompeolas espumoso de su efímera arrogancia y dicen que... se lee como un Cuento
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